PRINCIPALES VICTORIAS
- Vuelta al País Vasco: 2005
- Amstel Gold Race: 2005
- Flecha Valona: 2005
- Lieja-Bastogne-Lieja: 2007
- Giro de Italia: 2007 - 6 etapas
- Vuelta a España: 2 etapas
- Giro de Lombardía: 2001
DANILO DI LUCA (1976)
"Mi madre me llevó con Carlo Santuccione cuando yo tenía ocho años. Lo nuestro fue un amor a primera vista. Tenía fama de ser un médico deportivo competente y escrupuloso, trató a muchos deportistas de la zona y de fuera de ella. Me sometió a varias pruebas, algunos exámenes, pruebas de esfuerzo. Luego me hizo sentar en la cama y me habló durante mucho tiempo, no como se habla a un niño, sino como se habla a un gran atleta: <Eres muy fuerte, pero se necesita trabajar muchísimo. ¿Estás preparado?> Mi destino estaba en manos de ese hombre de bata blanca.
Empecé con los fármacos a los 21 años, en mi tercer año como amateur, tarde con respecto a los demás. No era mucho, a decir verdad, pero me bastaba para restablecer la jerarquía de juveniles. Carlo me explicó que si empezaba demasiado pronto me iba a quemar, porque el cuerpo no está preparado, no está maduro. Primero tenía que poner a punto el motor, hacerlo funcionar suavemente, o griparía cuando le metiese gasolina de 100 octanos. Carlo nunca me habría obligado a hacer algo peligroso, siempre cuidó de mi vida como un padre. Me construyó como deportista y como hombre, me decía cómo entrenar, qué comer, cómo dormir, cómo comportarme con la gente que me rodea. Carlo tiene una visión profundamente humana de su profesión, para él gestionar a un deportista significa comprenderlo y respetarlo. Yo necesitaba escuchar que yo era el mejor, Carlo lo sabía y me lo decía. Él creyó en mí y gané. Me dijo que no tenía mi cuerpo preparado para ganar el Giro a los 22 o 23 años. Debía ir poco a poco, mejorando año a año, dando al cuerpo tiempo para madurar, o me habría desgastado por el esfuerzo y adiós a mi carrera. Me dijo que mi momento para cosechar sería entre los 30 y los 34 años, el Giro y el Tour serían míos. También me hablo de los fármacos, cómo no. Eran finales de los 90, la década en la que el deporte profesional vivió el uso más temerario, disparatado y suicida del dopaje, la década de la EPO, tolerada y prescrita hasta cierto umbral.
En septiembre de 1998 corrí mi primera carrera profesional, la Coppa Placci. Participaban varios campeones que sólo había visto por televisión: Bartoli, Rebellin, Casagrande… Había estado concentrado en Livigno con la selección nacional con vistas al Mundial amateur de octubre, sabía que no estaba al máximo de mi condición y que estaba al inicio de la preparación, pero era Danilo Di Luca. Al principio todo fue bien, despacio durante setenta kilómetros. Después fuimos a sesenta por hora durante 40 kilómetros, todo llano. En cuanto cambió la velocidad luché como nunca en mi vida, a cola de pelotón casi no pude seguir el ritmo. Luché como una bestia pero no podía seguir el ritmo. ¿Qué mierda estaba pasando? Me parecía una pesadilla. Después de diez kilómetros empecé a tener esperanzas de que bajasen el ritmo, no se puede estar así toda la carrera. Veinte kilómetros después las cosas no habían cambiado ni un ápice y me quedaba poco para quedarme sin gasolina. Tenía las piernas tan duras que no podía sentirlas, todo mi cuerpo estaba gritándome para que parase y me bajase de la bicicleta. No podía más, quería rendirme, pero una voz me decía que no podía quedarme en el llano, que iba a parecer una mierda. Pensaba que si aguantaba hasta el pie de la subida a San Marino alguien se quedaría, el grupo se rompería y podría rendirme junto a los demás… Pero no, las piernas me abandonaron a pocos metros de la subida. Estaba rojo como un tomate, no había oxígeno en el aire o yo no era capaz de respirarlo. Mi visión se volvió borrosa y veía las estrellas. Mi corazón latía tan rápido que casi podía verlo a través de mi maillot. Me quedé atrás y los coches de carrera me adelantaron. Era una humillación completamente nueva para mí y mi moral estaba por los suelos. Una vez superada la crisis afronté la subida poco a poco, para recuperarme y poder llegar a las duchas en la cima de San Marino. Mientras mis piernas comenzaban a moverse nuevamente, pensé en la derrota sufrida e inmediatamente mi mente empezó a pensar en encontrar un modo de competir contra esas máquinas de guerra. Necesitaba redención y el Mundial amateur de Valkenburg estaba en mi cabeza.
Inicié la preparación y me traté con EPO, porque quería hacerlo bien y lucirme, como capitán. Sólo tomé EPO, nada de GH, testosterona u otros fármacos. Microdosis para subir el hematocrito algunos puntos. Me bastaba con poco, mi reactividad al fármaco era alta. Hablé con Carlo y le dije que quería ganar el Mundial. Me respondió que debía ir a pan y agua. ¿A pan y agua? Es imposible ser competitivo así. No le hablé del pequeño tratamiento con EPO. Decidí que iría al Mundial y que lo ganaría, incluso a pan y agua, aunque fuese la última carrera de mi vida."
Extractos de "Bestie da vittoria" (Danilo Di Luca, 2016)