PRINCIPALES VICTORIAS
- Giro de Italia: 1 etapa
- Tour de Francia: 1959 - 7 etapas
- Vuelta a España: 3 etapas
FEDERICO MARTÍN BAHAMONTES (1928-2023)
Cuando El Águila de Toledo, tras atacar en solitario en el Portet d’Aspet en el Tour de 1965, se esconde tras unos matorrales poco antes de retirarse de la carrera, está a punto de culminar una serie de estrambóticos abandonos que se van sucediendo a lo largo de su carrera. Mientras sus adversarios van persiguiendo la sombra de un espectro, un Bahamontes decadente probablemente se recrea entre la maleza en una de las principales motivaciones que fundamentaron su carrera, quizás la más importante tras el aspecto lucrativo, que no era otra que hacer sufrir a sus adversarios, incluso después de "muerto": “Una gozada que tengo en mi cuerpo es que hice sufrir a todos. Eso no me lo quita nadie. ¿Qué corredor ha habido que haya hecho sufrir a todos? El menda. Mira el palmarés y habla con los del Tour, con las figuras... Tú dile a Anquetil quién le ha hecho sufrir. Tú dile a Louison Bobet quién le ha hecho sufrir. Dile a Charly Gaul…” Pero bien sea por causas físicas, pecuniarias o imaginarias, o bien sea por enajenamientos de diversa índole, el modus operandi de Bahamontes ante la adversidad fue muchas veces el mismo: la autodestrucción deportiva, bien abandonando la carrera que disputaba, bien perdiendo tiempo deliberadamente. Si estaba rayado con un organizador, si estaba enfadado con su director deportivo, si estaba nervioso por cualquiera causa, si estaba molesto con algún compañero o con algún rival, si su equipo no le pagaba, si tenía problemas físicos… su reacción era siempre imprevisible, muchas veces fuera de una lógica que no fuese la suya propia.
Para Raphaël Gémininani “los problemas de Bahamontes le hacen parecer quien no es en realidad —vano, orgulloso y antisocial— cuando lo cierto es que es como un niño”. Ningún ciclista en la historia ha generado menos controversia que Bahamontes a la hora de ser definido por la gente que revoloteaba por el mundo ciclista de la época: Para la mayoría Bahamontes estaba zumbado. Para el resto, estaba muy zumbado. Polémico, frívolo, irreflexivo, provocador, temerario, iracundo, orgulloso, extravagante, caprichoso, egoísta, estrafalario, chalado, individualista, fantoche o lunático eran algunos de los adjetivos con los que se le definía habitualmente, al menos en el pelotón español. En el extranjero eran más comedidos… Por ejemplo, Louison Bobet, durante el Tour de 1954 dijo que “jamás he visto un escalador mejor. Bahamontes puede lograr grandes hitos, si deja de hacer el payaso.” Cinco años después Roger Rivière se expresaba en términos un poco más mesurados tras la victoria de Bahamontes en el Tour de 1959: “Cada vez que pensamos en Bahamontes nos acordamos de sus chifladuras y excentricidades, que por lo general tiraban por tierra sus opciones.” Así lo reconoce en cierto modo el propio Bahamontes: “Pude haber hecho mucho más. Cuando tenía la fuerza, carecía de cerebro. Cuando atesoré experiencia me fallaban las fuerzas. Ahí estuvo el problema.”
Su historia, su personalidad y su forma anárquica de competir le convirtieron en uno de los mayores mitos de la historia del ciclismo, más allá de su exiguo palmarés en las grandes citas, escaso para un ciclista que puede considerarse sin lugar a dudas como el mejor escalador de todos los tiempos. Sin embargo, sus grandes carencias como bajador, sus ineludibles días de crisis, sus idas de olla, sus enormes pérdidas de tiempo en las primeras etapas, unos recorridos con los grandes puertos generalmente muy lejos de meta… todo ello hizo que Bahamontes ni siquiera se plantease luchar por la victoria final en las grandes vueltas por etapas.
Una infancia marcada por el hambre y el sufrimiento también le hizo forjar un carácter en el que lo primordial, al menos en todo lo relacionado con el ciclismo, era obtener dinero. Así lo explicaba su coetáneo Antonio Jiménez Quiles: “Bahamontes llevaba una tienda en su maleta. Vendía marchas, radios, ruedas, tubulares, de todo. Lo conseguía en Francia y nos lo vendía al resto. Y sólo aceptaba efectivo, nada de fiar.” De ahí también que Bahamontes priorizase obtener los premios económicos que estaban más garantizados dadas sus cualidades, y que no eran otros que los que se obtenían en la cima de los puertos. Esa era su forma de correr habitual: subir el primero cualquier puerto, daba igual si estaba al principio, en el medio o al final. Atacar cuesta arriba, dejarse atrapar y volver a atacar en cuanto la cuesta se empinaba. Un plan de juego que además le generaba grandes réditos en forma de buenos contratos para los critériums, que muchas veces eran la mayor fuente de ingresos para los ciclistas.
En cualquier caso, lo más grave para un ciclista de tanto talento como "el Baha" fue no encontrar en España un entorno que le apoyase y le diese una consistencia y un equilibrio de cara a la lucha por las clasificaciones generales, no encontrar a nadie que supiese gestionar sus enormes cualidades de un modo más efectivo. Tuvo que ser Fausto Coppi, cuando Bahamontes ya había entrado en la treintena, el que le convenciese de que podía luchar por la victoria final en el Tour de Francia.