Valkenburg, 4 de septiembre de 1938. Campeonato del Mundo profesional. 27 vueltas al circuito. La estrella del momento, el campeón italiano Gino Bartali, ofrece ciertas dudas sobre su rendimiento en un circuito en el que la subida al Cauberg exige un tipo de esfuerzo diferente al que está acostumbrado, y quizás holandeses y belgas, más habituados a esfuerzos cortos y brutales, tengan cierta ventaja sobre corredores de otras latitudes en un circuito de esas características. El desarrollo elegido por Bartali tampoco parece el más adecuado, con un 49x21 como combinación más ligera, quizás insuficiente para superar unas rampas que alcanzan el 13%. De los 36 ciclistas que toman la salida, sólo 8 conseguirán completar la totalidad del exterminante circuito, probablemente el mundial más duro de la historia junto al de Nürburgring de 1927. Antes de la salida, el único participante español, Luciano Montero, es penalizado por llevar publicidad en su maillot y es conminado a ocultarla. Tras recorrer dos vueltas, es descalificado por los comisarios por haberla descubierto nuevamente.
En la decimoprimera vuelta se forma la primera escapada seria, compuesta por el suizo Egli, el belga Neuville y el italiano Vicini. La lluvia empieza a caer con fuerza y el grupo principal se disgrega en la peligrosidad del descenso, estrecho, con una carretera cubierta de barro y en pésimo estado. En la decimotercera vuelta Neuville y Vicini no son capaces de seguir la rueda de Egli en el descenso, y son absorbidos por Fréchaut, Schulte, Van Nek, Braspenninck, Neuens y Kint. En la decimoquinta Egli comienza a desfallecer y su ventaja es de menos de un minuto. Bartali se encuentra ya a casi tres minutos. Egli es neutralizado dos vueltas después, pero vuelve a atacar en compañía de Neuville en la decimoctava, para ser alcanzados poco después por el holandés Van Nek. El terceto de cabeza llega a alcanzar los tres minutos de ventaja sobre Kint y Amberg en la vigésima vuelta, y sólo catorce hombres siguen en carrera. Bartali circula a más de siete minutos. Los primeros 200 kilómetros, con 20 subidas al Cauberg, se corren a una media cercana a los 35 kilómetros por hora.
Bajo una tromba de agua, el “Águila Negra” Marcel Kint y el suizo Leo Amberg van reduciendo la distancia que les separa de cabeza, del que se ha descolgado Van Nek. Kint lleva el peso de la persecución y cuando está a punto de neutralizar al dúo cabecero es François Neuville quien demarra y se va en solitario. En la vigesimocuarta vuelta, Neuville, que había estado a 15 segundos de ser neutralizado, aumenta su ventaja a los 40 segundos, momento en el que sufre una caída y rompe un pedal, teniendo que hacer casi 800 metros a pie. Son cuatro los hombres que quedan en cabeza: Kint, Amberg, Egli y Van Nek. Este último queda descolgado tras sufrir un desfallecimiento, y en la vigesimosexta vuelta el terceto de cabeza tiene más de un minuto de ventaja sobre Vissers y casi dos sobre Neuville, mientras Bartali ya no figura en carrera. Para el seleccionador italiano, Costante Girardengo, "el mal tiempo ha tenido gran culpa de nuestro desfondamiento. Teníamos confianza en Bartali y Vicini, pero no pueden sufrir bajo la lluvia, sobre todo si hace frío, como era el caso. Yo le había dicho a Bartali que los belgas iban a ser competitivos, que dejase ir a todos menos a ellos. No lo hizo, es un gran campeón pero le falta cabeza para las pruebas en línea."
Kint y los suizos Amberg y Egli se vigilan durante la última vuelta y aunque Van Nek se aprovecha de ello y vuelve a enlazar, vuelve a quedar descolgado en la última subida al Cauberg. Kint se impone con facilidad en el esprint final: "Creía que no podría subir por última vez el Cauberg, tenía calambres. Tenía un desarrollo demasiado grande y si los suizos se hubieran entendido creo que habrían podido descolgarme. Tras mi victoria en la París-Bruselas sólo pensaba en el campeonato del mundo. Tenía la intuición de que podría hacerlo bien y a veces las intuiciones tienen algo de cierto."
Tras imponerse en dos de las carreras más duras de 1938, la París-Bruselas y el Campeonato del Mundo, en gran forma durante todo el año, Kint pasa a ser considerado como uno de los campeones más grandes que Bélgica ha tenido a lo largo de su historia, siendo comparado con Georges Ronsse o Romain Gijssels. A sus 24 años, Kint se encuentra en los albores de lo que se presume será una gran trayectoria profesional. En 1940, en plena Segunda Guerra Mundial, ante un horizonte que no le permite obtener grandes victorias internacionales, Kint abandona la ruta: "Voy a esperar al final de la guerra." Sin embargo, tras dos años de inactividad casi total, Kint vuelve a la competición. Intuyendo que la guerra no duraría demasiado, necesita recobrar la forma física. Además se empiezan a organizar nuevamente algunas carreras como la París-Reims o la París-Tours. Kint retoma los entrenamientos y, tras un período de arduo trabajo, el Águila Negra está de regreso.