PRINCIPALES VICTORIAS
- París-Niza: 1937
- Tour de Francia: 1937- 9 etapas
ROGER LAPÉBIE (1911 - 1996)
Después de siete horas luchando contra un glacial viento en contra que no cesa ni un segundo, el Campeón de Francia en ruta, Roger Lapébie, marcha en cabeza de la París-Roubaix junto a Gaston Rebry y a Jean Wauters. Corre el año 1934 y Lapébie tiene 23 años y está ante su primera oportunidad para hacerse con la victoria sobre los pavés del norte. Quedan siete kilómetros para la llegada y Lapébie ve cómo su rueda trasera comienza a desinflarse rápidamente. Busca el coche de su director deportivo, Ludovic Feuillet, pero no lo encuentra, está Inmovilizado unos kilómetros más atrás a causa de una colisión con otro vehículo. “Me había deshecho de la rueda de repuesto y de la bomba porque estábamos muy cerca de la meta. Rodé sobre la llanta durante tres kilómetros, vi una bicicleta de mujer en una zanja y salté sobre ella, pero tenía cubiertas desmontables. Hice un kilómetro con ella y un poco más adelante vi una bicicleta de carreras de un hombre, con tubulares y portabidones… Me monté en ella sin preguntar a quién pertenecía… Era demasiado pequeña y mis rodillas tocaban el manillar, pero alcancé a mis rivales a falta de 500 metros para la meta. Les ataqué y gané.”
Izado a hombros por una enfervorizada legión de seguidores, Roger escucha la Marsellesa mientras pasa por delante del juez de llegada, que le aplaude desde una plataforma. “No sé si Rebry intervino, pero no fue él quien presentó la reclamación. Yo ya había cumplido con el protocolo cuando apareció Francis Pélissier, alzando una bicicleta, la mía… Miren, aquí está la bicicleta plomada de Lapébie, ¡no hay duda, no es el vencedor!” No se sabe muy bien cuál fue la razón que impulsó a Pélissier a denunciar el hecho, ya que ninguno de los ciclistas del Francis Pélissier-Hutchinson estaba inmiscuido en la llegada, pero Roger Lapébie fue descalificado ante la indiscutible evidencia. Durante 150 kilómetros los hombres de Pélissier se habían fajado contra una espesa niebla: Merviel, Noret, Bono, Le Calvez, Leducq, Mithouard y Chocque llevaron el peso de la carrera sin abandonar la cabeza, pero cuando llegaron los momentos decisivos en Doullens, los verdes estaban vacíos y abandonaron uno detrás de otro. “No sabía que no podía cambiar de bicicleta, pensaba que a partir de Seclin todo estaba permitido. Si lo llego a saber simplemente hubiera cambiado la rueda, habría perdido incluso menos tiempo. En cualquier caso estoy feliz por mi bonita carrera y, en lo que a mí respecta, gané la París-Roubaix.”
En efecto, el Artículo IV del reglamento de la Unión Velocipédica de Francia de 1934 no deja lugar a la duda: “Los corredores deben hacer precintar su bicicleta y está prohibido cambiarla durante la carrera bajo pena de descalificación.” Con esta regla se intentaba evitar el abuso y la ventaja que podría suponer para algunos ciclistas disponer de un servicio organizado, con varias bicicletas estratégicamente situadas en puntos concretos del recorrido. Fue cambiada un año después, pero Lapébie nunca volvería a cruzar la línea de meta de Roubaix en primera posición.
El vencedor oficial, Gaston Rebry, reconoció la superioridad de Lapébie: “Es una pena para Roger, era más fuerte que nosotros en el final. Yo no he terminado muy fresco, ha sido una carrera muy dura.”
Lapébie triunfa en cinco etapas en el Tour de 1934, además de quedar tercero en la clasificación general, pero entra en un proceso de decadencia física que le lleva a no ser seleccionado por Francia para el Tour de 1935, y aunque lo disputa en el equipo de individuales franceses, abandona en la decimosegunda etapa incapaz de alcanzar su nivel pretérito. 1936 es aún peor, y ni siquiera lo disputa.
Todo cambia en 1937: “Hoy no han salido las cosas. Habíamos imaginado ganar la etapa con Le Grevès para hacer dudar a los belgas, al menos hasta Metz. René habría estado en el punto de mira de Sylvère Maes y de Vervaecke y no habrían sabido cómo tomarlo, desconcertados. Pero nuestro plan no ha salido. La cadena de Le Grevès ha saltado a 30 kilómetros de la llegada, y sin ese incidente Majérus no habría podido escaparse. Speicher se ha quedado un poco atrancado y no sabe muy bien por qué, él creía que estaba en gran forma. En cuanto a mí, no he estado mal, he sido decimosegundo y primero de los franceses. Estaba preocupado por mis riñones, pero todo ha ido bien. En cualquier caso, esta primera etapa ha sido demasiado dura y ha provocado grandes diferencias. El pobre Chocque, por ejemplo, ha perdido un cuarto de hora al sufrir calambres sobre el pavés. El Tour no ha hecho más que empezar, pero es un hándicap muy serio. Hablo de Chocque porque he venido para ayudarle, personalmente no me hago muchas ilusiones: no escalo lo suficientemente bien como para ganar el Tour de Francia.
¡El Tour se ha acabado! Bartali está demasiado fuerte, no hay nada que hacer contra él. Voy todos los inviernos a Italia, a Loano, y había oído hablar de él. Es un fenómeno en la montaña, más fuerte que todos los Bottecchia y Binda juntos… Yo pensaba que estaría cansado después del Giro de Italia, se estaba quejando antes de la salida en París, pero no me lo ha parecido. Y además, se decía que nos belgas estaban sin aliento, pero Sylvère y Vervaecke han escondido bien sus cartas y ahora ya empiezan a meter miedo. Speicher y Archambaud se han ido a casa y me gustaría hacer lo mismo. Soy decimosegundo con 24 minutos de retraso, ¿qué puedo esperar? No hay nada que rascar, aunque no hay nada definitivo… No he subido mal el Galibier, sólo estoy un poco abatido, eso es todo, pero mañana todo irá mejor, nunca me he sentido tan fuerte como este año.
En la salida de Briançon yo tenía confianza porque sentía que tenía un buen día. Pensaba que Bartali notaría su accidente, y además, mi director Leulliot me había dicho que los belgas estaban menos fuertes que de costumbre y que no debía tener miedo de ellos. Tenía mucho respeto por el Izoard, que no conocía, pero no he perdido mucho tiempo, y sólo he tenido 2 minutos y 49 segundos de retraso con los primero. En Vars y Allos todo ha ido muy bien y después del descenso, que he hecho a fondo, me he encontrado en el llano en compañía de los belgas y de Vicini, que se había escapado en Allos. Sylvère Maes y sus compañeros vigilaban sobre todo de Vicini, así que he intentado escaparme antes de la llegada. He demarrado una vez, dos veces, tres veces, sin resultado. Pero a la cuarta los belgas me han dejado ir, pensando que no podría aguantar los 25 kilómetros que quedaban. He empujado tanto que he llegado a Digne con cerca de 3 minutos de adelanto. Ahora, evidentemente, los belgas me han cogido la matrícula y en la primera ocasión sonarán los tambores de guerra, probablemente desde mañana. Es la etapa que más respeto me infunde, con la ruta de Sospel. Los Pirineos me preocupan menos, sin duda porque los conozco mejor…
Estoy muerto, muerto. Y si no hubiera estado tan bien clasificado, no habría sido capaz de realizar un esfuerzo parecido.
Creo que esta penalización es profundamente injusta. No es mi culpa si unos exaltados han venido a empujarme en el Tourmalet y en el Aubisque, a pesar de todas mis protestas. He golpeado a varios espectadores, pero no podía pegarme con todo el mundo. No soy culpable y no quiero pagar por una falta que no he cometido. Y además, ¿cómo pueden los comisarios decir que me han empujado más que a los demás, cuando me han perseguido y espiado durante toda la jornada sin despegarse de mi sillín? Es como si yo dijese que los espectadores que me han empujado eran secuaces de los belgas, que se habían colocado en los puertos para empujarme ostensiblemente para que me penalizasen. ¿Quién podría probar lo contrario?
Se han equivocado y me disgusta que Sylvère se haya ido sin pelear hasta el final. Me hubiera gustado más batirle con pelea hasta el final, sin que hubiera tirado la toalla. Probablemente él lo lamente en poco tiempo.
¡Estoy contento, mucho más contento de lo que esperaba! ¡Menudas batallas y cuántas historias! ¿Mis impresiones finales? Una hermosa carrera y magníficos corredores: Bartali, Vicini y Gallien son los que más me han impresionado. Pero es una prueba realmente dura cuando se lucha por la victoria, y creo que no volverán a verme en el Tour de Francia.”
Henri Desgrange, director del Tour de Francia, bajo la presión de los dirigentes belgas, impide la salida de Roger Lapébie en la carrera francesa en 1938: “El año pasado, Roger Lapébie fue penalizado con 1 minuto y 30 segundos en Pau. Se puede entender la rabia de los italianos y de los belgas por lo que había hecho. Al día siguiente los comisarios y los organizadores entraron en una zona donde una parte del público amenazó su existencia. Ese público no admitía que su favorito fuese penalizado. En esa situación, ¿qué tipo de deporte podemos crear? ¿Qué imagen pueden tener los extranjeros del pueblo francés? Un hombre ha comprendido lo inadmisible de la situación y ha reconocido que emitir un veredicto corresponde a la justicia y a los jueces deportivos, y no a la muchedumbre. Ese hombre es Roger Lapébie, y ha comprendido que este año no debía arriesgarse a encontrarse en la situación de favorito de un público que puede intimidar a los jueces de la carrera. Es necesario que el público acepte los veredictos de los comisarios, tener confianza en su espíritu equitativo y no crear los desórdenes del pasado año, bajo riesgo de hacer rehusar participar al año siguiente al corredor que se pretendía no penalizable, absuelto de respetar el reglamento y estar al abrigo de cualquier sanción. El público debe renunciar la práctica de empujar a los ciclistas en los puertos, sobre todo cuando se ejerce seis veces sobre diez en provecho de los ciclistas franceses.”
En 1939 Lapébie disputa la Burdeos-París. Al llegar al Parque de los Príncipes se golpea con una puerta mal cerrada en el borde de la pista, fracturándose la rótula en varias partes. Es transportado urgentemente al Hospital Boucicaut y es sometido a una larga operación que consigue evitar la amputación pero le obliga a abandonar la práctica del ciclismo profesional.